En tiempos donde la preocupación por el azúcar domina muchas conversaciones sobre alimentación, algunos mitos comienzan a hacer ruido innecesario. Uno de los más comunes: que comer frutas podría ser perjudicial por su contenido de azúcar. Pero según la Dra. Melania Cevo, experta en Nutrigenómica y Medicina Natural de Consultas Nutrición, esta idea es errónea. “Las frutas no son solo azúcar: también aportan fibra, agua, vitaminas, minerales y antioxidantes, nutrientes esenciales que ayudan a prevenir enfermedades como infartos, diabetes, obesidad, colesterol alto, cáncer y estreñimiento”, explicó.
La clave, dicen los especialistas, está en elegir frutas enteras por encima de jugos o versiones deshidratadas. Al consumirlas de forma natural, la digestión se vuelve más lenta, la saciedad aumenta y la absorción del azúcar se vuelve más gradual, lo cual trae beneficios tanto metabólicos como digestivos. Además, las frutas pueden elegirse según los objetivos de cada persona: las manzanas, fresas y moras son ideales para quienes buscan perder grasa corporal, mientras que la papaya, la piña y el banano pueden apoyar rutinas deportivas o el aumento de masa muscular.
¿Y cuándo evitar la fruta? La única excepción clara, indica la Dra. Cevo, son las dietas cetogénicas estrictas. Aun así, incluso en planes bajos en carbohidratos, se pueden consumir frutas y vegetales con moderación. Lo que sí se recomienda es tener cuidado con los jugos y las frutas deshidratadas, donde es fácil sobrepasar la cantidad de azúcar y calorías sin darse cuenta.
Más allá de lo nutricional, la especialista hace un llamado a ver el consumo de frutas y vegetales como un acto de amor propio y también de solidaridad con los agricultores que producen estos alimentos con esfuerzo y dignidad. “No temas al azúcar natural de la fruta cuando viene acompañada de fibra y nutrientes. Disfrutá de una alimentación balanceada, consciente y con propósito”, concluyó.
Como siempre, la recomendación final es acudir a un nutricionista para recibir una guía personalizada que tome en cuenta objetivos, estilo de vida y condiciones de salud específicas. Porque comer bien no solo se trata de contar calorías, sino de elegir con inteligencia y conciencia.
