Hace más de 20 años, recibir un diagnóstico de cáncer significaba enfrentarse a una batalla con pocas opciones y con pronósticos poco alentadores. En aquel entonces, las campañas de concientización eran limitadas y los tratamientos disponibles eran reducidos. Hoy, gracias a los avances en la ciencia y la innovación, esta realidad ha cambiado drásticamente, permitiendo que millones de pacientes accedan a terapias más efectivas y menos invasivas, mejorando así su calidad de vida y sus probabilidades de supervivencia.
Evolución del manejo del cáncer
En las últimas dos décadas, el tratamiento del cáncer ha pasado de ser un enfoque generalizado a una atención altamente personalizada. La introducción de terapias dirigidas, inmunoterapias y pruebas genéticas han revolucionado la forma en que se diagnostica y trata la enfermedad. Por ejemplo, la secuenciación del genoma humano en 2003 permitió identificar mutaciones específicas asociadas al cáncer, abriendo la puerta al desarrollo de medicamentos más efectivos.
“Hoy, podemos hablar de cáncer como una enfermedad que, cuando se diagnostica a tiempo y se trata de manera adecuada, puede tener un pronóstico positivo. La clave está en el acceso a diagnósticos oportunos y tratamientos personalizados, que permitan mejorar las tasas de supervivencia”, afirmó el Dr. Carlos Sandoval, Director Médico de Roche para Centroamérica, Caribe y Venezuela.
Uno de los hitos clave en la evolución del tratamiento del cáncer ha sido la introducción de terapias subcutáneas, una innovación que busca hacer que el tratamiento sea más accesible y menos invasivo. Estas terapias reducen significativamente el tiempo de aplicación y las visitas hospitalarias, brindando mayor comodidad a los pacientes y optimizando los recursos del sistema de salud.
Asimismo, el desarrollo de nuevas opciones terapéuticas ha permitido mejorar el abordaje del cáncer en diferentes tipos y etapas de la enfermedad. Los avances en medicina de precisión han facilitado tratamientos más eficaces y adaptados a las características de cada paciente, impactando positivamente en su calidad de vida y resultados clínicos.
El diagnóstico temprano sigue siendo un pilar fundamental en la lucha contra el cáncer. Detectar la enfermedad en sus primeras etapas permite tratamientos más eficaces y reduce la mortalidad. En el caso del cáncer de mama, la tasa de supervivencia a cinco años supera el 90%[1] cuando se detecta a tiempo, mientras que en el cáncer de pulmón, un diagnóstico temprano puede aumentar hasta diez veces las probabilidades de sobrevivir.[2]
Otros tipos de cáncer, como el hepatocarcinoma (HCC), están asociados a condiciones metabólicas: aproximadamente 1 de cada 5 personas en todo el mundo padece enfermedad hepática crónica[3], a pesar de que el 90% de los casos se pueden prevenir[4]. Esta enfermedad, que normalmente no se detecta, progresa silenciosamente hasta convertirse en HCC, la tercera causa principal de muerte por cáncer[5].
Lo anterior, resalta la urgencia de continuar impulsando estrategias de prevención, diagnóstico temprano y acceso a tratamientos innovadores.