Vamos a ver

Resistencia: Más que un giño a una posible futura realidad

Ver y escuchar justamente en 2023 una historia con un hilo conductor sobre la Inteligencia Artificial o bien, para ser más exactos, sobre robots y humanoides creados a partir de la IA y que estos sean los héroes y no los villanos de la historia lo hace extrañamente llamativo y por qué no decirlo hasta un tanto intrigante. Sin embargo, puede ser que cuando Gareth Edwards imaginó RESISTENCIA ni siquiera existiera ChatGPT en ese momento y mucho menos todo el conflicto y mucho menos la preocupación que existe actualmente en Hollywood entorno a estas herramientas, primitivas comparadas con la realidad que presenta la cinta.

En realidad, al comienzo del film del director británico de ROGUE ONE: A STAR WARS STORY todo parece ir por carriles más convencionales, ya que se nos cuenta una realidad paralela a la que conocemos, una en la que la IA viene metiéndose más y más en la vida de las personas desde décadas pasadas hasta terminar en la explosión de una bomba nuclear en Los Angeles que mató a cientos de miles de personas y causó un tremendo caos.

A partir de ese momento, que funciona como un rápido punto de giro previo a los títulos, la acción se ubica en un futuro no muy lejano (2065) en el que los Estados Unidos han decidido declararle la guerra a la Inteligencia Artificial como un nuevo giño a la realidad actual. En ese país, desde aquel incidente, la IA está prohibida, pero en Asia o «Nueva Asia» como se la llama en este futuro, sigue habilitada y convive con los humanos, digamos, clásicos. Por lo cual, previsiblemente, los norteamericanos han decidido declararle otra guerra más a países asiáticos, por lo que las fuerzas estadounidenses mantienen sobre los habitantes una especie de nave (NOMAD) que busca y elimina todo tipo de criaturas creadas por Inteligencia Artificial. No hablamos solamente de robots o artefactos sino de un tipo de creación casi idéntica a los seres humanos más allá de algunas visibles diferencias físico-tecnológicas.

Además de esa suerte de nave nodriza que vigila todo, los estadounidenses tienen «infiltrados». Uno de ellos es Joshua (John David Washington), casado con Maya, una mujer local (Gemma Chan), con la que está a punto de tener un bebé. Un ataque de su ejército revela su identidad y el hombre pierde a su familia, destrozándolo emocional y físicamente. El objetivo de NOMAD y de Joshua es encontrar a «Nirmata», quien sería el creador de estas robóticas criaturas evolucionadas y eliminarlo.

Años después del incidente los militares intentan reclutar a Joshua para ser parte de NOMAD y el hombre termina aceptando ser parte del plan porque lo convencen de que su mujer aún vive y él quiere encontrarla. Pronto Joshua se ve en una situación propia de algún film sobre Vietnam en el que un soldado norteamericano se da cuenta que, en realidad, está peleando del lado equivocado. Acaso las criaturas de IA y los habitantes del lugar no sean los enemigos sino, bueno, ya saben…

Joshua encuentra a Alphie (Madeleine Yuna Voyles), una niña-robot de unos seis años quien podría ser o conducir a la tan buscada Nirmata y allí es que se empieza a convencer que, quizás, los irracionales y salvajes sean los humanos mientras que los asiáticos han logrado convivir con sus criaturas digitales de una manera mucho más sana y noble. Dicho de otro modo: el problema no es la Inteligencia Artificial sino los humanos que la programan y controlan, argumento que parece encontrar muchos obstaculos en su narrativa para llegar hasta acá y dejarlo tan claro, entendiendo que es en centro principal del que nace y parte la intención de la historia.

Acompañado de Alphie, Joshua se embarca en la tarea de defender a los locales de los ataques, tratar de encontrar a Maya y, en la medida de lo posible, ver si existe la posibilidad de extinguir la NOMAD, esa amenaza constante que sobrevuela las cabezas de todos los habitantes de esa «Nueva Asia».

Tomando elementos de todas las películas de ciencia ficción de los últimos 40 años desde Blade Runner a Terminator y usando la lógica narrativa de adulto y «criatura» enfrentando adversidades que tanto se ve en series protagonizadas por Pedro Pascal, el film de Edwards puede ser visualmente un mix & match de distintas influencias, y su guion escrito con ayuda de Chris Weitz no caracterizarse por su originalidad, pero lo cierto es que el hombre tiene claro la idea de cómo narrar escenas de acción y la película va hacia donde todos sabemos que irá pero lo hace con cierta, digamos, elegancia.

Cada uno o muchos de sus elementos narrativos puede ser previsible, lo mismo que la caracterización obvia y estereotipada de las distintas fuerzas, pero la historia va adquiriendo cierta ferocidad, ayudada por el performance de la pequeña Yuna Voyles, que tiene algunas habilidades y poderes que la diferencian de los demás y le dan una pequeña ventaja contra un enemigo mucho más grande y poderoso. Ken Watanabe, como un líder de los ejércitos asiáticos, le da también cierta grandeza al relato.

Efectiva y convencional, lo que distingue a la película de Edwards, además de la forma económica en que se filmó, costando apenas 80 millones para un tipo de película que suele ser dos o tres veces más cara, termina siendo su original mirada sobre la Inteligencia Artificial. Hoy se la piensa como un potencial peligro para los seres humanos, pero la película prefiere pensarla al revés, como un posible resguardo de los mejores valores de una humanidad que supo programarla siguiendo unos códigos éticos que terminó perdiendo. Si uno mira alrededor, quizás no sea tan absurda la teoría de dejar todo en manos de criaturas que todavía puedan ver, entender y actuar sobre el mundo de manera moral, coherente y racional. Algo que los humanos, a juzgar por las evidencias que nos rodean, ya no estaríamos en condiciones de hacer.

Escrito por
Gabbo Martínez

Bachillerato en periodismo, Licenciado en producción audiovisual y Master en Dirección y producción de cine.